Esperando a Margot, aquí, entre los pinos.
Margot es la hija que un día se fue y siempre está a punto de llegar, aunque no llegue. Margot representa el paso del tiempo, tal vez el nexo de unión que permanece en la pareja, tras los años vividos, que cuestiona el amor inicial que les fundió. Lo que toca es seguir conviviendo con la realidad del presente, la que descubrimos de repente. Con tristeza, con nostalgia, con dudas, con diferentes visiones, siendo distintos porque ya dejamos de ser lo que fuimos.
Margot es la hija que un día se fue y siempre está a punto de llegar, aunque no llegue. Margot representa el paso del tiempo, tal vez el nexo de unión que permanece en la pareja, tras los años vividos, que cuestiona el amor inicial que les fundió. Lo que toca es seguir conviviendo con la realidad del presente, la que descubrimos de repente. Con tristeza, con nostalgia, con dudas, con diferentes visiones, siendo distintos porque ya dejamos de ser lo que fuimos.

Margot ya sólo es un sueño, al que se aferran para seguir peleando, para seguir viviendo. Pero no llega. Y se interrogan si lo que les unió sigue siendo posible.
Impotencia, desconsuelo. La vida no es fácil, nada fácil, todo menos fácil, y el texto de Charlie Levy Leroy afronta tal verdad con toda su crudeza. Los recuerdos pueden ayudar, pero también desmoralizan, enfrentan.
Nosotros no conocíamos el nuevo montaje de Charlie, pero eso no nos hizo dudar para programarlo. Y por supuesto no nos defraudó, todo lo contrario. Un texto bien inteligente, seductor en su realidad terrible, en ese espejo que nos puso delante con todo el drama de la supervivencia, al que los personajes recurren alguna vez para despreciarse en un intento alentador de asumirse.
Una interpretación fantástica, como siempre que se suben a un escenario, que se sitúan delante de cualquier público, del propio Charlie y de Raquel Arigita, sensacionales ambos, reales, estremecedores.
Impotencia, desconsuelo. La vida no es fácil, nada fácil, todo menos fácil, y el texto de Charlie Levy Leroy afronta tal verdad con toda su crudeza. Los recuerdos pueden ayudar, pero también desmoralizan, enfrentan.
Nosotros no conocíamos el nuevo montaje de Charlie, pero eso no nos hizo dudar para programarlo. Y por supuesto no nos defraudó, todo lo contrario. Un texto bien inteligente, seductor en su realidad terrible, en ese espejo que nos puso delante con todo el drama de la supervivencia, al que los personajes recurren alguna vez para despreciarse en un intento alentador de asumirse.
Una interpretación fantástica, como siempre que se suben a un escenario, que se sitúan delante de cualquier público, del propio Charlie y de Raquel Arigita, sensacionales ambos, reales, estremecedores.
Habían venido en otras ocasiones a Kali Panoa para regalarnos ligereza y humor, donde sabemos maestro a Charlie, pero en Esperando a Margot le descubrimos igualmente poderoso. Y de verdad, la interpretación de ambos, al máximo nivel.
Sí, los queremos, pero también sabemos ser críticos y distanciarnos a la hora de valorar el trabajo que se os presenta. Impresionando el suyo.
Gracias por hacernos llorar enfrentándonos a nuestras propias realidades, mostradas como son, como las queremos adornar con felicidades superficiales. Porque el teatro, incluso divirtiendo, no puede dejar de hacernos pensar. Y la suya fue una lección de teatro y de reflexión profunda.
Charlie Levy Leroy y Raquel Arigita, garantía de calidad y de buen teatro. De eso disfrutamos con ellos.
Sí, los queremos, pero también sabemos ser críticos y distanciarnos a la hora de valorar el trabajo que se os presenta. Impresionando el suyo.
Gracias por hacernos llorar enfrentándonos a nuestras propias realidades, mostradas como son, como las queremos adornar con felicidades superficiales. Porque el teatro, incluso divirtiendo, no puede dejar de hacernos pensar. Y la suya fue una lección de teatro y de reflexión profunda.
Charlie Levy Leroy y Raquel Arigita, garantía de calidad y de buen teatro. De eso disfrutamos con ellos.