Y el duende, juguetón, pasó por casa de Cristina Mimiaga para trastear en su despertador de forma que no llegara a esa boda donde debía haber cantado el día 14.
A José Climent ya le había susurrado en sueños que tocaba estar ese día en la casa de Collado Mediano, aprovechando el fin de semana.
Después, el duende se coló en la funda de la guitarra de Javier Bergia para llegar hasta La Zahara, donde se hizo presente de la mano y las voces de los tres músicos.
No llegamos a verlo, que para eso los duendes son como son, pero se hizo sentir desde que Javier dijo buenas tardes hasta que, muchas canciones más tarde y totalmente hechizados, nos fuimos a la cama con una sonrisa en el ánimo.
Gracias, Javier, Cristina y José por darnos un tiempo de belleza y cercanía. Gracias al duende que hizo posible teneros a los tres.