Estuvimos con el corazón de Cristina Narea.
El concierto de Cristina Narea para los amigos de Kali Panoa resultó un acto íntimo y emocionante. Cristina nos trasmitió sobre nuestra alfombra- escenario su particular mundo poético, ya repartido de momento en cinco discos y dos libros de poemas.
Hay mucha agua en el mundo creativo de la artista chilena afincada en España desde hace un buen montón de años. El agua, y el salitre contenido en ella, puede que como metáfora recurrente de esa distancia corpórea que separa y liga dos continentes, sus dos paraísos, el de origen y el de residencia.
El concierto de Cristina Narea para los amigos de Kali Panoa resultó un acto íntimo y emocionante. Cristina nos trasmitió sobre nuestra alfombra- escenario su particular mundo poético, ya repartido de momento en cinco discos y dos libros de poemas.
Hay mucha agua en el mundo creativo de la artista chilena afincada en España desde hace un buen montón de años. El agua, y el salitre contenido en ella, puede que como metáfora recurrente de esa distancia corpórea que separa y liga dos continentes, sus dos paraísos, el de origen y el de residencia.

Es muy importante su nacimiento en Chile para entender a la artista.
Se aprecia descarnadamente en esos finales en los que la india surge con todo su vigor con gritos de tristeza, de rabia y de esperanza, de amor. Va en sus genes la naturaleza propia del país andino, esa mujer valiente, fuerte, crecida de la tierra, y a la que ha sumado, mestizándola, la experiencia europea, española, madrileña. Y mestiza también Cristina en sus deseos, en sus recuerdos y ambiciones.
Textos evocadores que cada uno puede reinterpretar según su visión y sus querencias propias.
Canta a Violeta Parra, su compatriota, enorme artista a la que en estos meses se está rindiendo tributo de muchas maneras. Y ahí está su delicadísima versión de Acaso una mirada, el tema de Luis Eduardo Aute, al que ha acompañado durante 18 años, dando y recibiendo en una simbiosis euforizante.
Fue un concierto a recordar por su belleza, por su sobriedad y por su ternura.
Además, contó con tres invitados especiales: primero, con el ya anunciado Ángel Petisme, con quien está haciendo presentaciones en las que ambos muestran sus respectivos últimos trabajos literarios. Ángel su “Faro de Dakar” y Cristina “El ritmo de una vida”. Ángel leyó alguno de sus poemas y cantó un par de canciones, siempre latiendo en todo lo que hace el compromiso con la sociedad.
También, para celebrar a Violeta Parra, invitó a Myriam Quiñones, esa voz maravillosa que muchos de vosotros habéis tenido la oportunidad de gozar.
Y dejó para el final, de despedida, compartir el escenario con Javier Batanero, que había cambiado la letra a un tema de Paolo Conte, haciéndolo muy divertido, en versión más allá de libre, casi libertaria, expresamente para dos voces. Apenas habían ensayado antes de comenzar el concierto, pero salió estupendamente, y nos reímos con ganas y complicidad.
Como era de esperar, no dejamos de pedir más canciones a Cristina, hasta que el hambre se impuso. Una noche fantástica que sirvió para que nos quedáramos con Cristina Narea en este corazón colectivo que escucha, que descubre y crece.